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lunes, 20 de octubre de 2008

El placer de cruzar Madrid

Llevo unos meses en los que cada vez que cruzo Madrid disfruto. No es por la remodelación de la M-30, ni por el recuerdo de los años que viví por allí.
Antes buscaba cualquier excusa para parar y pasar, al menos, medio día pateando mis calles preferidas, observar las carteleras de los teatros de la Gran Vía, y dar una vuelta por la FNAC (no lo entiendo, con la gente que hay y lo que me relaja pasear por las estanterías).
Ahora cada vez paro menos, al menos en Madrid. Siempre he sido de los que se paraban en cada ciudad y paseaba un rato para tratar de aprehender el espíritu local. De hecho, mis viajes de vuelta son famosos porque siempre duran más del doble de lo que duró la ida.
Esos breves contactos con ciudades distintas me sirven para determinar si esas ciudades se convertirán en destinos de otro viaje o si no merecen más.
Con Toledo una tarde se me hizo bastante, en cambio ya he marcado a Oviedo como uno de mis próximos destinos...
En Madrid, en cambio, ya casi no paro porque le debo una visita más larga. Es como cuando pasas por la casa de un familiar y vas pillado de tiempo. Te dices: "total, para cinco minutos que puedo estar no me merece la pena, un día vengo con tiempo...". Pero nunca vas.
A Madrid le debo una tarde de cine en el Kinépolis, viendo cine y comiendo nachos con salsa (es la peor comida para un cine, porque no ves y te pringas, pero ¡los recuerdo tan buenos!). Le debo un paseo por el Prado, por el Jardín Botánico y una merienda en el Retiro. Le debo una comida en el buffet de la Plaza de Santo Domingo, unas cañas en el Boñar de León, un té en la tetería que hay cerca de la Plaza de España, escondida no sé dónde (si sigue abierta).
Un café en el Galaxia, en Moncloa, a las 8 de la tarde, viendo la marea de niños y niñas que quedan en el metro para empezar la noche, como yo hacía...
Una visita por Serrano, para ver tendencias, unas copas por Castellana, la última zona que conocí, y que no llegué a dominar.
Una lectura rápida de las revistas en el VIP´s, un paseo por Majadahonda (a ver cómo sigue),...
En cambio ahora cruzo Madrid sin mirar, sin recuerdos. Algún día volveré, aunque ya no sea la misma ciudad, aunque yo ya no sea el mismo.
Una de las cosas que me he perdido de Madrid, y que me hace disfrutar ahora cuando la cruzo es este señor de la foto:



Se llama Richard, y es uno de los locutores de Vaughan Radio, una emisora orientada a aquellos que desean aprender o mejorar su nivel de inglés.

En sus programas, Richard Cloverdale, que así se llama, habla sobre alguna tontería que ha salido en la radio o en la tele, o algún recuerdo de su infancia...Es como una entrada de un blog. Lo hace en inglés, pero con constantes acotaciones en español para que no pierdas el hilo o para matizar algún detalle de lo que comenta. Suele perder el hilo principal para entretenerse con anécdotas, y mentiría si dijera que ahora no cruzo Madrid un poco más despacio, para escucharle un rato más. De hecho, hasta evito el túnel de la M-30 para no perder la señal.

Mi mujer, que tiene bastante de yankee, va hablando con el locutor, conversando. Yo tengo que subir la ventanilla y el volumen para enterarme, me cuesta más. Pero una vez que perdemos la señal de la emisora seguimos comentando los temas de Mr. Richard Clovendale.

Y eso es lo mejor que se puede decir de alguien, que te deja un grato recuerdo una vez que se va.

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